Fibromialgia en el colegio, cómo explicar la enfermedad a otros niños. Parte I

EL COLEGIO PUEDE SER UN AMBIENTE LLENO DE INCOMPRENSIÓN PARA LOS NIÑOS QUE PADECEN FIBROMIALGIA. ESTE ARTÍCULO ESTÁ DIRIGIDO A PROFESORES Y ALUMNOS PARA SABER QUÉ ES LA ENFERMEDAD Y CÓMO TRATAR AL  NIÑO QUE LA PADECE.

Esta es una historia real que puede ayudar a entender a los compañeros de algunos niños y adolescentes qué le pasa a su amigo y cómo pueden ayudarlo en su enfermedad.

Esta es la historia de una niña como tú que de repente un día empezó a sentirse mal. Es la historia de cómo sus compañeros la ayudaron en el doloroso camino y cómo tienes que ayudar a tu amigo enfermo.

Marta nació en plena Navidad. Fue el mejor regalo para toda su familia. Su hermanita Aranxa tenía 3 años y pensaba que Papá Noel le había dejado bajo el árbol una muñequita para jugar.

Cuando tenía 3 años empezó a quejarse de dolor en los pies. Viendo su madre que no dejaba de quejarse decidieron hacer una visita a un traumatólogo, que es el médico de los huesos, para saber su opinión.

El diagnóstico fue sorprendente: Marta tenía los huesos de los talones rotos a trocitos, por eso tenía tanto dolor.

Los medicamentos no fueron la solución

Empezaron a darle cada día analgésicos, que son medicamentos para el dolor.

Pero los dolores no paraban y Marta no podía jugar y correr como el resto de sus amigos, aunque ella tenia tantas ganas de correr como todos e intentaba hacerlo como los demás.

El problema llegaba después, cuando los dolores eran terribles y había días que no podía ni caminar.

Poco a poco fueron pasando los años. Los dolores seguían estando pero Marta era una niña feliz con unos amigos estupendos.

Entonces, cuando tenía 9 años empezó a tener dolor en las rodillas.

«Está creciendo», dijo el médico. «Que tome más pastillas para el dolor, pronto pasará».


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El dolor fue a más y tuvo que dejar el colegio

Pero el dolor cada día era más fuerte. Esas pastillas no le paraban el dolor y encima, para empeorar las cosas, le dolía cada vez más el estómago de tanto medicamento.

Marta seguía estudiando y sacando buenas notas. En el colegio estaban empezando a crear un equipo de balonmano y ella tenía muchas ganas de participar. Empezó a participar con el equipo y era muy buena jugadora.

Pero un día era tanto el dolor de la rodilla que su médico decidió escayolar esa pierna para ver si conseguían controlar el dolor.

Sus padres la ayudaban para poder seguir asistiendo a clase y sus amigos se turnaban para ayudarla con la mochila.

Un mes después de mucho sufrimiento, pues no es nada fácil caminar con una pierna escayolada, ni ducharse¡¡¡ encima con llagas en las manos por causa de las muletas, amen de otras llagas en el pie, le quitaron la escayola y para sorpresa de todos el dolor seguía ahí.

¿Qué más podemos hacer? Preguntaron sus padres.

La respuesta del médico fue:

«La verdad es que no se que le pasa a Marta, porque tiene estos dolores». Volvieron a empezar los análisis de sangre.

Mientras Marta empezó a notar dolor en las manos y en la espalda. La mochila cada día parecía más pesada y el dolor era más fuerte.

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¿Qué le estaba pasando a Marta?

Sus amigos no entendían por qué no quería jugar o simplemente pasear con ellos.

 Los análisis de sangre no revelaron nada, seguían sin saber que le pasaba.

Pero ella cada día estaba peor, le dolía mucho la cabeza, la espalda y las piernas.

Estaba perdiendo la memoria y le costaba prestar atención en clase. Su madre tenía que ayudarle a comer y ducharse.

Los dolores de espalda no la dejaban estar sentada en la silla y seguir la marcha de la clase era cada vez más difícil.

Estaba llegando la Navidad y dejó de ir al colegio. Ya no se podía levantar de la cama, apenas caminar ni hablar y solo quería estar quieta.

Sus amigos del colegio venían a casa para traerle los deberes. Ellos nos entendían qué le pasaba, ella tampoco y sus padres ya no sabían que hacer.

Después de Navidad fue ingresada en el hospital

Por fin después de meses de sufrimiento. Sin saber que le producía esos dolores fue diagnosticada:

tenía fibromialgia juvenil severa y fatiga crónica.

¿Y ahora qué?

Pues a seguir sufriendo porque estas enfermedades «no tienen por ahora solución y menos curación».

O eso les hicieron creer en el hospital.

                                                                                                                  Sigue leyendo la segunda parte


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